lunes, 18 de noviembre de 2019

Las escritoras de Al Ándalus que nunca estudiaste


 

Fuente:  http://lapoderio.com/2019/10/25/escritoras-al-andalus/

Este texto está en la sección La Corrala, el patio de vecinas de La Poderío donde cada una charlotea, cascarrilla y pone colorá lo que sea mientras le da el fresquito o el sol en la cara. Más agustito que te quedas, oú. Eso sí, La Poderío no se hace responsable de lo que opinan las autoras y autores, solo apoya la participación de las lectoras como espacio de libre expresión. Puedes enviar tus artículos a ole@lapoderio.com. Otra cosa, antes de hacernos las propuestas pedimos que leas nuestro ideario.

Antonio Manuel./ @antoniomanuel__
Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumiso,
Yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
Te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
De quejarse tanto a un corazón de pura piedra
. Wallada bint al Mustakfi

Hay un desván en el olvido donde la oscuridad es más oscura que las alas de los cuervos. Un agujero negro en la memoria donde no alcanza la luz porque alguien cerró la puerta al recuerdo. Una cueva en el corazón donde se confinó el dolor por la ausencia de las mujeres en los libros de historia. Pues muy lejos de allí, en el rincón más desatento y profundo de ese desván que casi nadie conoce, todavía esperan las mujeres de Al Ándalus a que abran la puerta. 
De niño soñaba con ser escritor. En verdad, todavía lo sueño para sentirme niño. Apenas tenía ocho años y ya mataba las tardes mal juntando letras en el patio de mi abuela, rodeado de macetas y paredes encaladas, de aromas y colores, siempre limpio y fresco, utilizando como plantilla “Las moradas” de Teresa de Jesús, escritas cuando aún era maldita y no santa. Sobra decir que no alcanzaba a entender un átomo de la trascendencia espiritual que contenían sus embriagadas palabras. Me limitaba a copiarlas cambiando algunas con la misma ignorancia de quien sustituye una epigrafía de la Alhambra por un azulejo de su cuarto de baño.
Con el tiempo, leyendo a Luce López-Baralt, aprendí que la mística cristiana que persiguió la Inquisición bebía del mismo manantial que el sufismo islámico que persiguieron los ulemas. Todos los fundamentalismos carecen de fundamento. Y todos, sin excepción, confunden el amor propio con el odio ajeno. ¡Cómo no iban a perseguir los que rechazan al otro por distinto a quienes veneramos al amante en cualquiera de sus manifestaciones y formas!

Tampoco supe darme cuenta entonces que los protagonistas de mis libros escolares de literatura eran abrumadoramente hombres que escribían en castellano. Aun así, en un gesto de rebeldía inconsciente, tomé como referencia para aquellos poemas infantiles a la primera mujer que aparecía en sus páginas con nombre propio: “La flamenquísima y enduendada santa Teresa de Jesús”, como la describía Federico García Lorca, “flamenca no por atar un toro furioso y darle tres magníficos pases, que lo hizo, ni por presumir de guapa delante del pobre fray Juan de la Miseria, ni por darle una bofetada al nuncio de Su Santidad, sino por ser de las pocas criaturas cuyo duende la traspasa con un dardo, queriendo matarla de puro amor por haberle quitado su último secreto expresivo: el puente que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en mar vivo, del Amor vivo libertado del Tiempo”. 
«Consideradas como analfabetas para los estúpidos ilustrados que confunden conocimiento con erudición, pero cultísimas para el pueblo que custodia el saber y el sentir en las bibliotecas de la sangre y del alma». 
El mismo centro al que siguieron cantando durante siglos otras mujeres como la Serneta o la Niña de los Peines, igual de extasiadas y Flamencas, demostrando que aquellos versos de plata y vino que hilvanaban los corazones del Amante y del Amado pertenecían a las gargantas de todas las mujeres que desafiaron al olvido. Consideradas como analfabetas para los estúpidos ilustrados que confunden conocimiento con erudición, pero cultísimas para el pueblo que custodia el saber y el sentir en las bibliotecas de la sangre y del alma. 
A menos que me falle la memoria, no recuerdo otro nombre de escritora que le precediera. Pero las hubo. Desterradas de los libros de historia por la misma razón que intentaron extrañarlas de la tierra donde parieron a sus hijas y nacieron de sus madres. Condenadas al ostracismo por ser mujeres, con el agravante añadido de no ser hijas legítimas de la conquista. Malditas por gitanas, por negras, por esclavas, por marranas, por moriscas, por herejes, por distintas. Y extranjerizadas en su propia matria por haber cometido el delito de rezar a un dios equivocado y escribir en una lengua equivocada. A pesar de todos los esfuerzos del poder patriarcal del nacionalcatolicismo por enterrarlas en el desván más oscuro del olvido, se salvaron gracias a la luz de sus poemas.

Al igual que ahora, no hubo una mujer en Al Ándalus. La diversidad étnica, religiosa, jurídica, social o cultural nos impide esbozar un modelo único de la condición femenina andalusí. Además de las diferencias lógicas en cada momento histórico durante su vigencia política, existieron tantas mujeres en Al Ándalus como nativas conversas, mozárabes, judías, ricas y pobres, esclavas y libres, esposas y concubinas, santonas y paganas, de las ciudades y de las alquerías, negras, blancas o bronces. Y cada una distinta de las demás con su universo dentro. A diferencia del resto de la Europa medieval, con todos los reparos ciertos que podamos hacer a la sociedad patriarcal y a la carencia de una verdadera emancipación, en Al Ándalus existieron mujeres sabias, maestras de maestros, escritoras, médicas o astrónomas. Aunque se contaron por miles, desgraciadamente, las escasas fuentes clásicas que nos quedan sólo constatan 116, de las cuales 35 eran poetas que nos legaron poco más de cien poemas. Sé que es ridículo para la enorme aportación vital y cultural de las mujeres andalusíes. Pero constituye un oasis luminoso en el océano de sombras de la mujer medieval europea. Y lamentable, incomprensible y vergonzantemente desconocido en España y Andalucía.     
«Siempre me emociona reivindicar que los versos de Hassana contra una injusticia perpetrada por el gobernador de Elvira ejercieron de altavoz del pueblo».
Quizás las más nombradas sean Rumaykiya, esclava del rey de Sevilla al Mutamid, que tras enamorarse perdidamente de ella en Silves la hizo su esposa legítima con el nombre de Itimad, hasta su muerte en el destierro de Agmat. Blas Infante descubrió sus tumbas y les dedicó una obra de teatro que prohibieron representar en los años 20 por “islamista”, reparándose la herida hace apenas unos años. O la cordobesa Wallada, amante de sus amantes, inaccesible y libre, de la que mi amiga del alma Matilde Cabello escribiera una bellísima novela. Si de Wallada sólo conservamos nueve poemas, pocos más han llegado a nuestros días de Sara al Halabiyya y Hafsa al Rakuniya. Salvo el maravilloso caso de la recitadora de versos analfabeta de Vélez al Ballisiyya, la mayoría de nuestras poetas fueron mujeres hurras o libres que accedieron a las fuentes del saber y de la literatura por su pertenencia a familias nobles de hombres acaudalados, juristas o incluso de la propia corte, como las princesas Tamina, Umn al Kiram, Butayna o la misma Wallada.  Por esa razón, no debiera sorprendernos que la temática de sus poemas estuviera más cerca del panegírico político que del canto a Dios o al amado. Dicho esto, siempre me emociona reivindicar que los versos de Hassana contra una injusticia perpetrada por el gobernador de Elvira ejercieron de altavoz del pueblo.
Pero sus cotas más elevadas y revolucionarias las encontramos en los poemas sobre los celos hacia otras mujeres libres o esclavas; a las borracheras de amor y vino con sus amantes, fueran hombres o mujeres; a sus cartas de reproches y odios; a las sátiras contra los desprecios recibidos y a las fajr o autoalabanzas por los desprecios propios; a los versos en los que describen al detalle actos sexuales en plena madrugada… Nada de esto se estudia en nuestros libros de texto donde casi nada se estudia de Al Ándalus. El doble silencio sobre unas mujeres que hicieron historia nos exige redoblar nuestras voces para que vuelvan a ser admiradas. Algún día se estudiará en Andalucía con naturalidad y como nuestros “El collar de la paloma” de a Ibn Hazm o “Fuente de Vida” de Ben Gabirol. Y ese día con el que sueño, espero que ocurra lo mismo con los poemas de Wallada o con los de su discípula Muhya Bint at-Tayyaní, hija de un vendedor de fruta, que entre la admiración y el odio escribió estos versos sobre su maestra, ejemplo de una luz y de una libertad sin parangón en la Europa medieval:
Wallada ha dado a luz y no tiene marido,
se ha desvelado el secreto,
ha imitado a María
mas la palmera que la virgen sacudiera
para Wallada es un pene erecto.

Otto Engelhardt, ilustre personaje del Aljarafe Sevillano que dijo Adiós al fascismo

 

Un telegrama a Hitler desde San Juan de Aznalfarache 

Fuente:  https://www.diariodesevilla.es/sevilla/Otto-Engelhardt-telegrama-Hitler-San-Juan-Aznalfarache_0_1409859260.html

¿Quién pudo enviar un telegrama el 6 de agosto de 1934 desde San Juan de Aznalfarache al mismísimo Adolf Hitler ordenándole la clausura de los campos de concentración? Este episodio histórico, verídico y documentado, es tan insólito como la vida de su protagonista: Otto Engelhardt, una figura que fue clave para la Sevilla de la primera mitad del siglo XX, pero sobre la que cayó una pesada losa de olvido el 14 de septiembre de 1936, día en el que fue fusilado.
El personaje es de película. Tal es el potencial de su historia que ha sido ya llevada al cine a través de un largometraje documental de Ricardo Barby con material, sin duda, para hacer no sólo una película, sino toda una serie. Un trabajo que se presentará el próximo domingo en el Festival de cine de Braunschweig, cosas del destino, la ciudad donde nació Engelhardt. Y que ha permitido, además, arrojar luz sobre la vida de este alemán de nacimiento y sevillano de corazón.
Relatos que han sido un misterio hasta hace muy pocos años para su propia familia. "Mi abuela Teresa, que era su nuera, era quien reunía a los pequeños de la familia y nos contaba muchas historias, pero yo era muy pequeña, lo que sé me lo transmitió mi hermano Conrado", comenta Ruth Engelhardt, bisniesta del alemán, cuyo retrato vestido de cónsul ha presidido siempre su salón familiar. Hasta hace una década ni siquiera era capaz de distinguir qué había de verdad y leyenda en esos relatos. "Empecé a reconstruir la historia desde el final, desde su fusilamiento en el 36", apunta, explicando que fue el contacto con una asociación de memoria histórica quien la animó a escribir el primer microrrelato sobre su bisabuelo. 
Cuando hace ya tres años el equipo del documental empezó a trabajar en él, sólo había trascendido que Otto Engelhardt había sido un alemán fusilado en el 36 en Sevilla por sus críticas al nazismo y poco más. Y en ese contexto se produjo el encuentro con la familia y el historiador Carlos Font, los únicos que, por separado, habían indagado en la figura del alemán. Todos han participado en la cinta que, sin pretenderlo, ha logrado ir borrando lagunas históricas gracias a un arduo trabajo de investigación por los distintos archivos europeos que sigue produciendo nuevas revelaciones y sacando a la luz documentos insólitos. 
Hay que hacer una elipsis para conocer bien la historia. Sevilla, 1894. Un ingeniero que trabajaba para AEG, la compañía eléctrica alemana, llega a la ciudad con el encargo de crear la Compañía Sevillana de Electricidad, fundada con capital germano. Otto Engelhardt fue el primer director de dicha empresa, hoy absorbida por Endesa. Un gestor de éxito que impuso una estrategia que multiplicó por cinco el crecimiento de la compañía en pocos años y que gozaba de la gratitud de sus propios empleados. La prueba, que existe, es un libro de firmas que le regalaron en 1910 sus empleados, uno de los escasos documentos que hacen referencia a él en la actual empresa. 
Este alemán trajo a Sevilla el alumbrado público y la electrificación del transporte en una época en la que el tranvía era tirado por mulas. Este segundo cargo le valió el apodo popular de Otto el de los tranvías.

"Era un personaje querido y nos gusta recordar que trajo la modernidad a esta ciudad", apunta su bisnieta mientras enseña la Medalla de Isabel la Católica que le entregó Alfonso XIII cuando engalanó un coche y tres jardineras del tranvía para recaudar fondos para los heridos en Melilla durante la guerra del Rif, en 1909.
El gobierno alemán cuidó a su súbdito y en 1903 el káiser Guillermo II lo nombró cónsul honorario del Imperio Alemán en Sevilla, donde participaba muy activamente de la vida social. Su bisnieta guarda en su casa con celo el uniforme que lucía como diplomático. "Era un puesto simbólico, no de carrera, pero el cónsul Engelhardt vivió el cataclismo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el embajador alemán en Madrid, el Conde de Rattibor, lo reclutó para el servicio de información alemán en Andalucía aprovechando su red de contactos, su posición económica y su buen nombre", explica Font que, entre sus hallazgos como investigador, cuenta con anotaciones de los pagos que Engelhardt hacía a empresarios, periodistas y otros destacados personajes de la época. 


Los aliados también vigilaron al cónsul, que fue acosado en esta etapa y que ya se reveló como un personaje libre y comprometido, según un episodio confirmado a raíz de una carta que envió al presidente de la República alemana en 1929, el mariscal Hindenburg, donde critica al Gobieno alemán y le reclama los servicios que él había prestado como informante, sacando a relucir una anécdota con un submarino, otro dato histórico insólito. "Un capitán de la Marina Imperial alemana llevó al consulado alemán en Sevilla una serie de bombas pesadas y cartuchos de dinamita con la intención de lograr la aquiescencia del consulado alemán para atentar contra los barcos españoles que salieran del puerto de Sevilla", relata Font. La discusión fue de alto calibre y Engelhardt, tras la bronca, se deshizo de los explosivos tirándolos en un punto indeterminado del Guadalquivir, por Gelves al parecer. "Si ese episodio hubiese prosperado, ¿cómo habría afectado a la neutralidad española?", se preguntan hoy sus familiares.
Otto entendía que su papel de cónsul era para misiones de paz, no de guerra. Su valentía queda fuera de toda duda, aunque hay historiadores que apuntan que su cargo de cónsul honorario facilitaba esa libertad que no todos tenían en esos momentos.
A partir de esa fecha, los desencuentros con el gobierno alemán cada vez eran más evidentes. Los aliados también lo acosaron y desprestigiaron hasta conseguir que dimitiera de sus cargos, también como director de Sevillana, en 1919.
El final de la guerra también supuso la ruina para Engelhardt que, como buen emprendedor que había demostrado ser, se reinventó y fundó unos laboratorios farmacéuticos en San Juan de Aznalfarache: Sanavida, nombre que resuena en el subconsciente de los sevillanos cuando se explica que, entre otros productos, fabricaba el Ceregumil y otros vigorizantes. Font ha encontrado en los archivos fotografías donde el alemán posa en un stand para promocionar sus productos en la Exposición del 29. 
Engelhardt había sufrido un gran desengaño con su país y no lo ocultaba. Esto lo llevó a transformarse en un hombre de talante liberal, pacifista convencido y republicano, comenta Font, convencido de que el alemán encontró en España lo que no vio en la antigua república alemana y de ahí su fervor por la II República española.
Es paradójico cómo algunos escritos del alemán acaban con un ¡Viva España!  Se comprueba en su autobiografía Adiós Alemania (1934), de la que se conserva un facsímil actualmente depositado en el Archivo General de Andalucía en la que declara: "Como España es el primer país que en su Constitución republicana se afrenta contra el crimen de la guerra, exclamo con todo corazón, ¡Viva España!". 
Otto Engelhardt llegó a devolver las muchas condecoraciones y medallas concedidas por el Gobierno alemán y en 1932 obtuvo la nacionalidad española, un año antes que de Hitler fuera nombrado canciller. Ya vivía en Villa Chaboya, que, pronto, se convirtió en objetivo del espionaje porque el ingeniero alemán no dudó en combatir con fuerza desde el primer momento al nazismo.
El ex cónsul empezó a publicar artículos en la prensa de la época, muchos en El Liberal dirigido por José Laguillo, en los que sin rubor llega incluso a caricaturizar al führer. En uno de los artículos escritos en este diario el 15 de octubre de 1932, titulado La Dictadura en Alemania, concluye: "Gracias a Dios que vivo ahora como ciudadano español, bajo la protección de un Gobierno que está tan lejos del fascismo como yo de Hitler y sus príncipes. ¡No dejo de amar a mi Alemania y deseo para ella de corazón que vengan pronto días felices sin Hitler, sin barones y príncipes; días republicanos de verdad..." Engelhardt fue uno de los primeros en ver los peligros del nazismo, pero no de lo que llegaría luego a España después de la II República.
La investigación ha permitido también localizar anuncios en la prensa donde Otto ofrecía su casa a los alemanes necesitados de exilio. Su faceta de pacifista se refuerza con la aparición de documentos que lo señalan como impulsor de una iniciativa ciudadana "Pro Sevilla, ciudad de la contraguerra" en 1932.
Otra anécdota que recuerda su nieto Conrado y que recoge su personalidad rebelde se sitúa en una de las visitas que el Gran Zeppelin hizo a Sevilla. Mandó ondear en Villa Chaboya la bandera republicana alemana y con un megáfono gritó a su paso  "¡Abajo el gobierno fascista alemán!". La citada autobiografía, Adiós Alemania, lleva como subtítulo "con sus barones y fascistas". Su provocación máxima fue cuando dirigió un telegrama urgente a Hitler, con fecha de 6 de agosto de 1934, ordenándole la clausura de los campos de concentración. El excepcional documento fue localizado por el historiador Carlos Font dos días antes de concluir el rodaje del documental. No satisfecho, dio un paso más y, dispuesto a denunciar ante todo el mundo los métodos nazis, en 1935 dirige de nuevo una carta extensa a "Herr Adolf Hitler, Führer del pueblo alemán", que es toda una declaración a favor de los derechos humanos. 
Todos estos documentos, al igual que las fotografías cedidas por la familia serán depositados en breve en el Archivo General de Andalucía con la intención de crear un fondo que pueda ser consultado por todos los investigadores, una opción que permitirá arrojar de seguro nuevos datos sobre el personaje.

Tras comenzar la Guerra Civil española, fue ingresado por una flebitis en el Hospital de las Cinco Llagas: sala San Cosme, cama número 37, según se recoge en la documentación. En la que es hoy la actual sede del Parlamento andaluz, en uno de sus patios, se repuso el año pasado una placa que en su día lució en la sala San José, hoy ya no existe, en agradecimiento al alemán por sus donaciones.
Otto Engelhardt recibió el alta el 12 de septiembre de 1936 de manera repentina, pues seguía enfermo, y tras ser detenido y retenido, en aplicación del bando de guerra del general Queipo de Llano, en la Delegación de Orden Público, fue fusilado el 14 de septiembre de 1936, se cree que en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Su cadáver, como el de otras víctimas de la Guerra Civil, reposa en una fosa común. Tenía 70 años y su oposición al nazismo le costó la vida.
Otto se había casado en Sevilla en segundas nupcias con Mercedes Granados (su primera mujer, Ana Holtz, no tuvo un final feliz), que tuvo tuvo que convivir con registros de la Gestapo y hasta con los soldados alemanes de la Legión Condor que se alojaron en su casa, según relata el historiador Carlos Font. Conrado Engeldhart, el padre de Ruth y nieto del ingeniero que desafió a Hitler, era un niño de muy corta edad cuando se sucedieron estos acontecimientos que lo marcaron. "Mi padre vivió registros, oía los fusilamientos a veces desde su casa y tuvo que hacer la comunión a las siete de la mañana por ser nieto de rojo", comenta Ruth.

En la familia Engelhardt se cuenta que Mercedes guardaba una botella de champán para cuando cayese Franco, pero murió antes. Y se hizo un silencio que se ha roto siete u ocho décadas después. "Y ahora no vamos a parar", añade Ruth mostrando la declaración de reparación y reconocimiento personal que le entregó a la familia el Ministerio de Justicia en 2011 tras acreditar que Otto Engelhardt sufrió persecución y violencia por razones políticas e ideológicas y fue injustamente ejecutado. "Hay cosas que no se pueden olvidar, no es resentimiento, es que somos muchas familias las que intentamos rescatar del olvido a nuestros seres queridos, asesinados por el terror, por un sinsentido", comenta Ruth convencida de que el tema de la recuperación de la memoria histórica se entiende mejor en Alemania que en España.
En tierras germanas se presentará la semana que viene el documental de Ricardo Barby, que se estrenó en primavera en San Juan de Aznalfarache y que ahora irá al festival de cine de Braunschweig (en el de cine europeo de Sevilla, que concluye estos días, no ha tenido cabida para pesar de sus autores). Días antes lo hará en el Festival de Zaragoza y antes de que acabe noviembre en Montaverner (Valencia). Entre enero y febrero la cinta se pasará por festivales en México y Venezuela. Y se espera que Canal Sur, que ha colaborado en la producción y tiene los derechos, emita el documental antes de que finalice el año. El mejor altavoz para una historia que aún tiene mucho por descubrir.